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KPIs para un diseño urbano ágil y evolutivo

Uno de los primeros KPIs (Key Performance Indicator) que recuerdo haber visto para el espacio urbano figura en el Plan Maciá que Josep Lluìs Sert realizó para la Barcelona de los años 30. En él se proponía como principal KPI el descenso de la mortalidad infantil en el distrito de Ciutat Vella, que por aquel entonces rondaba el 20% anual.

KPIs diseño urbano

Uno de los elementos para una metodología de diseño urbano ágil y evolutivo es incorporar al proceso la medida temprana y constante del grado de éxito. Y una manera de definir el éxito es mediante KPIs (Key Performance Indicators, en inglés). Aunque no es la única, es quizás la más objetiva. Definir y comunicar a las partes interesadas el sistema de indicadores antes de abordar un proyecto urbano es un ejercicio de sana transparencia que encaja bien con un urbanismo más participativo. Una manera de proceder en la que los objetivos son establecidos de manera precisa y abierta.

Definiendo el problema antes que la solución

Recomendamos pensar en las métricas antes incluso de empezar a diseñar. Definir la medida del éxito antes de construir la obra o el objeto es una práctica corriente en el desarrollo de software, un entorno de trabajo altamente positivista. Para no hacerse trampas al solitario, el buen programador escribe primero el código de prueba, y después aborda el programa en sí.

En cierto sentido, el programador lo tiene más fácil que el arquitecto-paisajista. Si todavía trabaja con una metodología de proyecto en cascada su tarea comenzará normalmente a partir de un conjunto de especificaciones o requerimientos. Si, por el contrario, practica las metodologías ágiles, entonces cada uno de sus sprints o ciclos iterativos comenzará partir de una serie de «historias de usuario».

La diferencia entre KPIs o historias de usuario se puede entender mejor con un ejemplo. Pensemos en el diseño de un parque en un actual talud. Una historia de usuario podría decir que Jorge, que se mueve en silla de ruedas, debe poder cruzar el parque a través de cualquiera de sus posibles caminos sin toparse con una barrera arquitectónica. El KPI equivalente podría establecer una accesibilidad del 100% para los viales de dicho parque. Aunque pueda parecer lo mismo, no lo es. Las historias de usuario acercan el diseño a la ciudadanía, poniendo a ésta como garante del buen funcionamiento. En último término, serían las personas con movilidad reducida quienes tendrían la potestad, con una sencilla prueba, de dar el visto bueno al parque.

Ambos, KPIs e historias de usuario, son perfectamente compatibles. Se podría establecer como medida del éxito de nuestro parque, además de que una persona con movilidad reducida pudiera recorrerlo sin problemas, que tuviera una densidad de arbolado X o que consumiera un 50% por ciento menos de agua que la media de los parques de la ciudad.

Aunque pudiera parecer una novedad, el uso de KPIs para el diseño urbano es tan viejo como la propia disciplina.

KPIs en la Barcelona de entre-guerras

Un buen espacio urbano nos facilita y alegra la vida, y lo contrario nos la puede hacer penosa y miserable. Un asunto, el de la construcción del espacio público, del que se ocupa la disciplina del diseño urbano. Ésta fue inaugurada formalmente en Harvard a mediados del siglo XX por gran el arquitecto español Josep Lluís Sert, quien la concibió como la confluencia de la planificación urbanística, la arquitectura y el paisajismo.

Uno de los primeros KPIs (Key Performance Indicator) que recuerdo haber visto para el espacio urbano figura precisamente en el Plan Maciá que Josep Lluìs Sert realizó para la Barcelona de los años 30. En él se proponía como principal KPI el descenso de la mortalidad infantil en el distrito de Ciutat Vella, que por aquel entonces rondaba el 20% anual. La arquitectura modernista perseguía de manera eficaz la mejora de las condiciones de vida de las clases populares, al menos en esas décadas iniciales del siglo en que ocupó un destacado papel en las vanguardias de pensamiento urbano.

Aunque entre los objetivos declarados por Sert figuraba el conseguir que «las ciudades satisficieran las necesidades espirituales del hombre en general», Le Corbusier y la arquitectura modernista acabaron por poner sus diseños al servicio de un hombre particular, hecho a imagen y semejanza del todo-poderoso arquitecto-urbanista omnipotente: varón, adulto, occidental y, generalmente, al volante de un automóvil. La medida del éxito pasaba por facilitar el tránsito de casa al trabajo, y vuelta.

Mayo del 68 no estaba para KPIs

Algo parecido, esta vez desde el otro lado de la barricada, ocurrió con los intelectuales franceses en las vísperas de Mayo del 68. Aunque con distintas palabras, dos de los mayores «influencers» de Mayo del 68, Lefebvre y Debord, estaban de acuerdo en que el diseño de las ciudades debía cumplir un único objetivo: construir un teatro de experiencias memorables, de placeres, de juego, de diversión. De nuevo, una ciudad pensada para un cierto tipo de hombre: esta vez multicultural, peatón-deambulador (flaneur según el término acuñado por Baudelaire) y eternamente adolescente. Pero, al fin y al cabo, un tipo de hombre que no era, en el fondo, sino reflejo del propio Debord, cuyo lema «ne travaillez jamais» fue adoptado por muchos estudiantes indignados pero no encontró demasiado eco entre las clases obreras cuyos intereses decía representar. La mayoría de los obreros lo que querían era, precisamente, trabajar.

Para los situacionistas la cuestión urbana era, en un inicio, la piedra angular de la liberación del hombre. Lamentablemente, su prometedora propuesta urbanística (bajo el nombre de urbanismo unitario), nunca llegó a concretarse más allá de llas maquetas que el arquitecto Constant realizaba en su estudio sobre la utópica ciudad llamada Nueva Babilonia. Cuando la corriente de Debord (mayoritaria) expulsó a Constant del grupo por querer construir, el urbanismo pasó a segundo plano, y nos quedamos sin saber si los situacionistas en algún momento hubiesen incorporado a su propuesta algún tipo de medida o indicador.

Urbanismo y psicología evolutiva en el M.I.T.

Sigamos en la década de los 60, pero crucemos de nuevo el Atlántico. Si en la escuela de diseño de Harvard, impulsada primero por Walter Gropius (fundador de la Bauhaus) y por Sert después, imperaban las tesis modernistas del CIAM, en el vecino M.I.T. empezaban a ver las cosas de manera algo diferente. Primero György Kepes y después su alumno aventajado Kevin Lynch parecían más interesados en la opinión del ciudadano medio que los arquitectos funcionalistas del CIAM y sus antagonistas marxistas franceses. Lo que Kepes y Lynch empezaron a preguntarse era si podíamos saber cómo percibía la ciudad nuestro cerebro. Desentrañar los gustos de la gente sería el primer paso para poder diseñar verdaderas ciudades para la gente.

Lynch desarrolló una metodología interesante para conocer cómo nuestros ojos y nuestras mentes veían y comprendían la ciudad. Y en su método, el mapa mental jugaba un papel central. Aspiraba Lynch a construir un mapa mental urbano colectivo, aún a sabiendas de que la empresa era poco menos que una quimera. Para ello, entrevistaba a los habitantes de diversas ciudades y les pedía que las dibujaran en base a sus recuerdos. Con la suma de las respuestas a las entrevistas y de los dibujos, trataba de componer un mapa mental de conjunto.

Lo que Lynch comprendió a base del trabajo de campo, de recorridos, entrevistas y dibujos, es que nuestra relación con la ciudad no tenía parámetros muy diferentes de la que nuestros ancestros prehistóricos tenían la sabana o el bosque. Nuestro aprecio del espacio urbano en el uso cotidiano dependía en gran medida de que éste contribuyese a sentirnos seguros, en todo momento ubicados, y cómodos. Durante muchos millones de años nuestro cerebro se había ido modelando para la supervivencia. Apreciamos la belleza, por supuesto, pero puestos a elegir preferimos las calles y plazas seguras, y transitamos más a menudo por esas partes de la ciudad donde sabemos encontrar fácilmente el camino a casa.

Tanto Lynch como su coetánea y también vecina de Boston Jane Jacobs, propugnaban una visión humana de la ciudad más pegada a la tierra que la de los filósofos marxistas franceses. Una visión del espacio público que nos hablan de la seguridad que sienten los habitantes al pasear por las avenidas, de su buena orientación, o de la sensación de confort. Una medida del éxito que encaja mejor con historias de usuario (el niño que juega con seguridad en la calle, la persona mayor en todo momento ubicada, etc) que con KPIs al uso.

Midiendo la escala humana del diseño urbano

Encontramos una interesante aproximación a las métricas objetivas del éxito del espacio construido en el mismo M.I.T., 50 años después de que Kevin Lynch publicara su metodología en esa obra de referencia para el diseño urbano que es «La imagen de la ciudad». El grupo del «City Form Lab», capitaneado por Andrés Sevtsuk, ha retomado su senda. Nos interesa el este trabajo que aquí referenciamos porque en él encontramos indicadores que tratan de objetivizar la visión sobre el diseño urbano de autores tan determinantes en la concepción humana de la ciudad como Lynch, Jane Jacobs o Chris Alexander.

Los indicadores del City Form Lab se acercan a una medida verdadera de la escala humana de la ciudad. Nos hablan, por ejemplo, de en qué medida el entorno urbano es equitativo, accesible en transporte público, caminable y ciclable (walkability y bikeability), o vibrante. Intentan caracterizar, asimismo, cualidades difíciles de aprehender, como la diversidad, la continuidad, la densidad visual, el valor estético-histórico, o la capacidad de ser reconfigurado.

Un valor adicional del trabajo del City Form Lab es que incluyen una definición precisa de la forma de medir muchos de los indicadores, definición que en ocasiones incluye el instrumental necesario. Su trabajo se centra en la fase de modelado de proyectos en un contexto académico. Para generar dichos modelos con los valores requeridos en cada uno de los indicadores de éxito, el grupo utiliza tecnología de Sidewalk Labs, la filial «urbanística» de Google.

Errores al usar KPIs

El uso de KPIs no garantiza, por sí mismo, la veracidad. Precisamente el proyecto que la propia Sidewalk Labs realizó para convertir los antiguos muelles industriales de Toronto en una smart city de última generación da buena muestra de ello. Como se cuenta en este artículo, Google subvertió el sentido del porcentaje de vivienda en propiedad asequible que se deseaba obtener (principal indicador de éxito del proyecto) a base de manipular su definición hasta el extremo, retorciendo tanto el calificativo de «asequible» como el concepto de «propiedad».

El proyecto de Google (o de Sidewalk Labs) para Toronto abunda en KPIs imprecisos. Se habla de aumentar el tiempo de actividad en las calles en un 30%, de hacer que el espacio público sea confortable en un 35% más del tiempo, o de que los servicios de mantenimiento del espacio público, así como su programación sean un 15% más responsivos a las necesidades de la comunidad (sic). Pero nada se precisa de cómo se definen esos parámetros, de sus valores actuales, o de cómo piensa Google medirlos en el futuro.

La imprecisión es un error habitual al utilizar KPIs. Todo sistema de indicadores en proyectos de diseño urbano debería venir acompañado tanto de una definición precisa de cada indicador.

Citykeys: KPIs de ciudad a ciudad

El sistema de indicadores desarrollado por parte de las ciudades e institutos de investigación en torno al proyecto Citykeys ofrece una descripción clara de indicadores relevantes para proyectos de diseño del espacio público. Cada indicador lleva aparejada una definición precisa, así como una fuente y un conjunto de datos asociado pre-existentes y verificables. Finalmente, se incluye la manera de calcular cada indicador y su método de medida.

En términos de espacio público, Citykeys presenta indicadores relativos a la accesibilidad al transporte público (indicador que coincide con el del City Form Lab señalado antes), extensión de la red de de vías ciclables, accesibilidad a equipamientos públicos, accesibilidad a comercios, diversidad en materia de vivienda, conexión con el patrimonio cultural, sensación de «lugar», nivel de uso de los bajos de los edificios, o accesibilidad del espacio destinado a juegos o de las zonas verdes.

Los indicadores de Citykeys han sido elaborados pensando, no en clave de modelado, sino en clave de realización de proyectos, de manera que puedan definirse tanto objetivos al inicio del proyecto como medidas de impacto una vez realizado el mismo. Dado el rigor con que han sido definidos, pueden constituir una base interesante para su aplicación en proyectos reales de diseño urbano.

Lo que hace tan resistente a los ecosistemas es que la evolución funciona con ciclos rápidos de prueba y error. Las ciudades, un ecosistema evolutivo por naturaleza, también pueden recuperar en su diseño esa característica orgánica. Para ello, conviene acercar la implementación de los proyectos de diseño urbano a ese mismo funcionamiento natural. Las metodologías ágiles y las métricas suponen un claro acercamiento a esa idea.

Artículo publicado bajo licencia Creative Commons de cultura libre. Algunos derechos reservados.

Foto de Kayle Kaupanger en Unsplash

 

 

 

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Etiquetas: , , Last modified: 06/03/2023
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