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Josep Lluís Sert: con él empezó el diseño urbano

Sert es uno de los urbanistas españoles más importantes. Decano de la facultad de diseño de Harvard y presidente del CIAM en las décadas centrales del siglo XX, hizo avanzar al urbanismo con sentido y luces largas. Considerado como el padre de la disciplina del diseño urbano, su recorrido personal e intelectual parece el de alguien siempre en proceso de adaptación. Llegó a la arquitectura desde la pintura, a Estados Unidos desde la república española, y dirigió unas institiuciones imbuidas de unos principios del los que pronto comenzó a dudar.

Josep Lluís Sert. Diseño urbano

Josep Lluís Sert es uno de los pioneros del diseño urbano tal y como lo conocemos. Alumno de Le Corbusier en el París de entre guerras, arquitecto en la España de la Segunda República, fue desposeído por el régimen franquista de su habilitación para ejercer como arquitecto en España.

Tras un corto periplo por una Europa ya amenazada por el nazismo, tuvo que exiliarse en Estados Unidos. Allí acabó dirigiendo la «Graduate School of Design» en la mismísima Universidad de Harvard de 1953 a 1969, inaugurando así formalmente la disciplina del diseño urbano, que Sert concibió como síntesis del paisajismo, la planificación urbanística y el diseño arquitectónico. Josep Lluís Sert es, desde entonces, considerado como el arquitecto del diseño urbano por excelencia.

Me topé con Josep Lluís Sert en septiembre de 2020, mientras explicaba a la comisión de doctorado de la ETSAM mis planes para explorar las posibilidades de uso de los datos urbanos para un mejor diseño de nuestras ciudades. Un asunto al que le llevo dando vueltas desde 2015, cuando fue objeto de mi tesis final del máster en ciencias urbanas, en la misma escuela. Hasta el pasado septiembre, situaba el inicio del tiempo del diseño urbano en Kevin Lynch y en Jan Gehl. Alguien de la comisión me sugirió que mirara un poco más atrás. «Busca a Sert». Y busqué.

A la sombra de los grandes nombres

Encontré a un señor bajito y discreto que caminaba a menudo bajo la alargada sombra de gigantes como su maestro Le Corbusier o Walter Gropius, el fundador de la Bauhaus, a quien sucedió como decano en la facultad de diseño de Harvard. Y encontré también a un hombre a través de cuya trayectoria personal y profesional puede leerse buena parte de la historia del siglo XX.

Josep Lluís Sert  nació en 1902 en Barcelona y llegó a la arquitectura desde sus estudios en bellas artes, influenciado por Gaudí y el modernismo. En 1930, tras haber pasado un año en París aprendiendo en el taller de Le Corbusier, vuelve a Barcelona a ejercer su profesión de arquitecto. Aquel mismo año participa en la fundación, en el Gran Hotel de Zaragoza, del GATEPAC, un grupo adelantado de arquitectos que se encargaría de introducir en España la arquitectura racionalista de la época. En el GATEPAC destacaba un arquitecto zaragozano: Fernando García Mercadal.

Muchos miembros del GATEPAC, entre ellos García Mercadal y Sert, fueron desposeídos por el franquismo de su capacidad de ejercer su profesión. García Mercadal, que había firmado obras como los Jardines de Sabatini en Madrid, no volvería a ejercer hasta la oscura década de los 50, cuando fue contratado por el gobierno para construir ambulatorios y hospitales para el Instituto de Previsión Social.

Sert, por su parte, tomó el camino del exilio, sin ser probablemente consciente de que al otro lado del atlántico le esperaba semejante éxito académico e intelectual. En EE.UU dirigió tanto la Escuela de Diseño de Harvard (GSD, Graduate School of Design) como el CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), que aglutinaba lo más granado del urbanismo internacional. Al frente del CIAM, Sert condujo y adaptó el legado urbanístico de Le Corbusier a lo largo de varias décadas, desde su esplendor inicial hasta su desgarbado final en los convulsos años 60, en medio de una atronadora demanda en pos de un urbanismo más social.

Humanizando la ciudad americana

En Cambridge, la ciudad universitaria que se extiende al norte de Boston (basta cruzar uno de los puentes sobre el río Charles para pasar de una a otra), soplaban vientos contrarios en cada uno de los extremos de Massachussetts Avenue. Si en Harvard Gropius y Sert encarnaban una concepción de las disciplinas urbanísticas muy influenciada por la estética y el pensacmiento modernista, en el vecino M.I.T. la psicología empezaba a encontrarse con el urbanismo de la mano de Georges Kepes y Kevin Lynch.

Josep Lluís Sert intentó, no sin dificultades, adaptar tanto sus raíces modernistas como las influencias intelectuales y estéticas de Le Corbusier a los tiempos. Incómodo con la zonificación rígida que las 4 funciones de la Carta de Atenas de 1933 imponían al planeamiento urbanístico (trabajo, transporte, residencia y disfrute), intentó flexibilizarlas y añadir las funciones clave de gobernanza y compra, dedicando notables esfuerzos al diseño de centros cívicos y comerciales.

Sert, como muchos de los arquitectos europeos que emigraron a Estados Unidos debido al auge de los totalitarismos, contribuyó a humanizar las ciudades americanas pensando en el carácter orgánico de las ciudades de su vieja Europa. En su metodología de trabajo resonaba el recuerdo de cómo habían crecido las ciudades europeas, Barcelona incluida, y por eso planificaba desde lo pequeño a lo grande. Adoptando, por ejemplo, el tradicional patio hispano como unidad atómica de la ciudad.

Además, el arquitecto catalán se propuso reemplazar la  «calle principal» («main street») de las ciudades norteamericanas, de dudoso valor para enriquecer la vida pública, por núcleos urbanos de carácter cívico en los que situar los equipamientos públicos culturales y de gobierno. Un rasgo común a sus diseños de estos «núcleos cívicos» lo constituía la segregación del tráfico y de los peatones, continuidad peatonal incluida para mejorar la accesibilidad de los equipamientos cívicos, comerciales, culturales y deportivos.

Un urbanista avanzado

Si bien es cierto que Sert no revolucionó el urbanismo, no es menos verdad que lo hizo avanzar con sentido y luces largas. Otorgaba una gran importancia a los medios de comunicación como vehículo de transmisión de la arquitectura hacia la gente, y utilizaba con destreza imágenes y gráficos para potenciar el mensaje. En la figura que ilustra este artículo, podemos ver cómo, ya en la década de los 30, Sert combinaba un eficaz uso de la imagen con la adopción de KPIs (indicadores) para señalar problemáticas urbanas como la del Barrio Chino de Barcelona, abonando así el terreno para intervenciones posteriores.

Su metodología de diseño pasaba necesariamente por considerar la escala humana. Según Sert, antes de abordar el diseño de una plaza, o de un edificio, cabía preguntarse por cómo el peatón vería y experimentaría ese nuevo espacio. En este sentido Sert (y en esto coincidía con movimientos intelectuales mucho más revolucionarios, como los situacionistas), consideraba que la función básica de la arquitectura consistía en dar forma a espacios, tanto interiores como exteriores, con el único objetivo del disfrute de sus habitantes.

A Josep Lluís Sert le hubiese gustado probablemente poder disponer del big data como herramienta de trabajo. No en vano abogaba por un diseño urbano que, partiendo de la observación de todos los aspectos de la vida en la ciudad, uniese todas las observaciones y nos condujese a una visión del conjunto que permitiera entender el «organismo urbano y sus funciones». Y es que esta última idea, la de modelar la ciudad como un cuerpo humano (por cierto, nunca abandonada del todo por los ingenieros) resultaba extraordinariamente atractiva para la época modernista (con parecido modelo se concibió la disfuncional Brasilia). Hoy pensamos que las ciudades se comportan más como ecosistemas que como organismos.

El concepto orgánico de la ciudad, según Sert, estaba más cerca del de una planta que del de un ecosistema. Sert había reconocido la estructura fractal (es decir, repetitiva a distintas escalas) de la trama urbana, pero no reconocía aún esa extrema interdependencia y complejidad que Christopher Alexander pondría de manifiesto años más tarde, cuando en 1965 publicó su revelador ensayo «Una ciudad no es un árbol» («A City Is Not a Tree»).

La primera piedra de la disciplina del diseño urbano

Ocurrió en 1956, en Harvard. Ese año se celebró la primera Conferencia sobre Diseño Urbano, organizada por Josep Lluís Sert, ya por aquel entonces decano de la facultad de diseño. Había sustituido al gran Walter Gropius, que en 1919 había fundado la famosa Bauhaus en Alemania centrada en el diseño de edificios como principal objeto urbano. Bajo su mandato, Sert expandiría el foco de la facultad al diseño de ciudades, para lo cual sintetizó en la disciplina del diseño urbano tres profesiones: la del arquitecto, la del paisajista, y la del planeamiento urbanístico.

Por aquel entonces, en Harvard se vivía una lucha abierta entre los adalides del diseño formal, abanderados por Gropius, y quienes defendían un urbanismo más cívico y social, liderados por el propio fundador de la facultad de diseño, Joseph Hudnut, mucho menos mediático que Gropius. Sert, que había estudiado bellas artes, compartía la pasión estética de Gropius pero al mismo tiempo era sensible a la pulsión cívica de Hudnut. En un escrito a cuatro manos con este último dejó claro que las ciudades debían ser diseñadas «para la gente y por la gente».

Por cierto, que a esa primera conferencia de diseño urbano organizada por Sert en Harvard asistió alguien muy especial: Jane Jacobs. Ella y otro asistente de relumbrón, Lewis Mumford, representaron el ala más social de la conferencia.

Matar al padre

Aunque estéticamente, y personalmente, Sert siempre siguió unido a su maestro Le Corbusier, intelectualmente sus visiones parecían estar cada vez más alejadas. Ya en 1942 Sert, con su libro «Can Our Cities Survive?», intentó conseguir el beneplácito de Lewis Mumford, impulsor de la corriente más social del urbanismo y uno de los principales antagonistas del arquitecto francés. No lo consiguió, pues Mumford juzgó como insuficientes los cambios que Sert introdujo en su libro, que seguía rezumando CIAM por los cuatro costados (zonificación, estética frente a usos sociales, diseño de arriba a abajo, etc).

Pero Sert siguió evolucionando, hasta que en una de sus reflexiones decidió finalmente matar al padre: «[…] con el debido respeto a los genios, no es a ellos a quienes debemos nuestras mejores ciudades». Pese a lo anterior, Sert tampoco se dejaba llevar por utopías urbanas. Era consciente de que el diablo estaba en los detalles, y que para lograr una plena participación de la ciudadanía en el diseño urbano hacía falta todavía un gran esfuerzo formativo, especialmente en materia de educación visual y estética.

Cuando el más social Hudnut perdió la batalla en el seno de Harvard y cruzó la calle para unirse al M.I.T., Sert implantó las ideas de Gropius en el programa de diseño urbano que empezaba a ponerse en marcha. Considerada una disciplina integrada en el planeamiento urbanístico, el programa  dejaba clara su apuesta por la forma física de la ciudad, para lo cual era fundamental potenciar la imaginación y capacidad artística de los estudiantes.

Sin embargo, Sert añadió al programa una pieza interesante: los estudiantes deberían incluir en sus habilidades el diseño de infraestructuras urbanas de transporte. (Lo cual me alegra porque da pie a justificar, en futuros trabajos, que el diseño de servicios de movilidad está anclado en lo más profundo de la disciplina del diseño urbano.)

Los convulsos 60

Tras esa primera conferencia de 1956 donde pudieron confrontar las dos visiones del diseño urbano, social y estética, las siguientes ediciones anuales transcurrieron plácidamente dedicadas a los asuntos estéticos y formales. Hasta que los años 60 irrumpieron también en los señoriales pasillos de Harvard.

Ya en 1962 Sert reconoció que algunos de los principios estéticos del diseño urbano deben ser aparcados en aras de beneficios democráticos. Y, definitivamente, en la edición de 1964 las preocupaciones sociales se impusieron a las estéticas. Transcurría la última etapa de Josep Lluís Sert en el decanato, y las sucesivas conferencias de diseño urbano de la segunda mitad de los 60 fueron esquivando el impostergable choque, ocupándose de temas menos polémicos, como los aspectos educativos del diseño urbano. Hasta su última edición, en 1970, cuando las conferencias acabaron en medio de protestas estudiantiles por la falta de sensibilidad social de sus promotores en el ámbito de la vivienda.

La puntilla a la visión del CIAM que Sert encarnaba fue dada por Shadrach Woods, uno de los integrantes del «Team 10» (un activo grupo de crítica urbanística) en 1968. Woods acabó por desnudar lo que el CIAM representaba al afirmar que el urbanismo sólo tenía sentido en respuesta a las necesidades sociales. La planificación urbanística modernista, o racionalista, estaba a punto de ser intelectualmente destruida.

Era cierto que había nacido en respuesta a las necesidades sociales, que había inventado la zonificación para separar las viviendas de los obreros de las insalubres fábricas de principios de siglo, que había diseñado apartamentos con el humanismo de la escala humana como medida, y que había tratado de dignificar las residencias de los más humildes poniendo el acento en la orientación, en las zonas verdes, y en la adecuada luz solar. Pero también era cierto que, 40 años después, ese urbanismo había sido origen de guettos, división social, inseguridad, y problemas de contaminación. Y, sobre todo, de la alienación de una juventud que veía en el estilo de vida de sus padres, constreñido por el «métro, boulot, dodó» consagrado por el CIAM, el principal obstáculo para divertirse.

A finales de los 60 Sert, que había comenzado siendo una muy destacada parte de la solución y ahora era parte del problema, se hizo a un lado.

Reconocimiento final

Tras la dictadura franquista, Josep Lluís Sert pudo regresar a España y recibir en su país el reconocimiento que merecía. En 1981 la Generalitat de Cataluña le impuso su Medalla de Oro, y en 1982 España le concedió la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. Josep Lluís Sert fallecería poco después, en 1983, en su natal Barcelona.

Artículo publicado bajo licencia Creative Commons de cultura libre. Algunos derechos reservados.

Foto del autor, extraída del libro «Josep Lluís Sert. The Architect of Urban Design. 1953-1969», de Eric Mumford y Hashim Sarkis. Publicado por Yale University Press en colaboración con Harvard University Press. (El mismo libro ha sido la fuente fundamental para la elaboración de este artículo.)

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Etiquetas: Last modified: 06/03/2023
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