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El valor de las universidades en las ciudades inteligentes españolas

Los métodos tradicionales de elaboración de ránkings de universidades ignoran aspectos cruciales de la creación de valor, como su contribución a la calidad de vida de las comunidades sobre las que se asientan. Un aspecto particular de esta contribución lo constituye su influencia en el diseño de ciudades inteligentes y en el urbanismo de su entorno.

Universidad Zaragoza Ciudad Inteligente

Por Jon Glasco

Durante mi primera estancia de trabajo en España, varios años atrás, uno de mis compañeros en Madrid me habló del rol esencial que las universidades españolas desempeñaban en las comunidades locales, produciendo valor más allá de las fronteras físicas de los campuses, no sólo a través de la transferencia de conocimiento, sino, también, como motor en diversas áreas. Hoy en día, las universidades españolas tienen la oportunidad, y la responsabilidad, de asumir un papel igualmente esencial en los ecosistemas urbanos inteligentes y en los procesos de innovación urbana.

A pesar de que nos es fácil encontrar universidades españolas dentro de los rańkings de las 100 mejores universidades a nivel mundial, los datos que ofrece la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), confirman las fortalezas de la investigación española y de la “transferencia del conocimiento”. En materia investigadora, la producción científica española ha crecido un 50% en los últimos diez años, alcanzando un 3,4% de la producción científica mundial, dos tercios de la cual se produce directamente en las universidades (lo cual convierte a España en el noveno país productor de ciencia a nivel global). En cuanto a transferencia del conocimiento, el porcentaje de patentes obtenidas desde el sector universitario convierte a España en el segundo productor de patentes.

Quizás los métodos tradicionales de elaboración de ránkings ignoran aspectos cruciales de la creación de valor, como la indudable contribución de las universidades a nuestra calidad de vida, transferencia de conocimiento aplicado a un directo beneficio ciudadano, y el análisis de las corrientes y fuerzas disruptivas que mueven y sacuden a nuestra sociedad. Desafortunadamente, estos desapercibidos rasgos, son difíciles de medir. Ránkings aparte, el valor de la investigación universitaria toma cuerpo de muy variadas maneras, especialmente en las áreas del diseño de ciudades inteligentes y del urbanismo.

Diseñar servicios urbanos “inteligentes” es una tarea compleja que requiere la integración de múltiples tecnologías, redes y plataformas digitales. Las ciudades pueden cooperar con las universidades para experimentar y probar nuevos servicios antes de su despliegue. Como ejemplo, Madrid se apoya en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y su campus inteligente (llamado Smart CEI Moncloa), el cual actúa como “living lab” para facilitar las pruebas de concepto de nuevos servicios. “La plataforma Smart CEI Moncloa posee una arquitectura abierta, alineada con los estándares más recientes en el campo de las tecnologías Web e Internet del Futuro”. Se permite, así, que empresas y otro tipo de agentes implicados en el ecosistema “smart” puedan participar en el diseño y las pruebas de servicios.

Recientemente, he podido conocer cómo el Laboratorio de Sistemas Avanzados de Información de la Universidad de Zaragoza lleva 15 años colaborando con su Ayuntamiento en la investigación y desarrollo de la infraestructura de datos espaciales (IDE, en sus siglas en inglés) de la ciudad. El sistema, llamado IDEZAR, es la base de la cartografía digital que el Ayuntamiento ofrece a través de su sede electrónica para ser utilizada directamente por la ciudadanía, o indirectamente por los desarrolladores de aplicaciones. Este hecho me trajo a la memoria un artículo de Robin Hambleton (profesor en la Universidad de West England) quien afirma que “las universidades son esos gigantes dormidos del liderazgo cívico e innovador”. Puede que la Universidad de Zaragoza haya sido uno de estos “gigantes dormidos” por un tiempo, pero en términos de conocimiento en el área de las “Smart Cities”, se despertó ya hace más de una década.

Coincidencia o no, la Universidad de Zaragoza está asentada sobre una ciudad que proyecta una visión ambiciosa sobre el fenómeno de las ciudades inteligentes. El HOWLab, un grupo multidisciplinar imbricado en el Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A) ha participado y participa en un avanzado abanico de campos:

  • Creación de redes de sensores distribuidas para la monitorización de tráfico y de condiciones ambientales

  • Diseño y gestión de “Living Labs”, como el proyecto de Ecociudad Valdespartera.

  • Desarrollo de servicios web, redes sociales y aplicaciones móviles (y la promoción para su uso ciudadano)

  • Investigación de tecnologías y modelos para mejorar la calidad de vida y la autonomía de personas mayores y personas con discapacidad

Además, el instituto de investigación BiFi proporciona recursos para avanzar en el cambio social, contribuyendo a la materialización de proyectos de innovación urbana en Etopia Centro de Arte y Tecnología, el buque insignia de la ciudad en materia de ciudad digital. En él, los investigadores del BiFi combinan teoría, simulación y experimentación en el diseño de sistemas complejos, como los que las ciudades digitales requieren. Los resultados de toda esta potencia investigadora de la Universidad de Zaragoza en este área son transferidos y promovidos a través de la OTRI.

Junto a la brecha digital, uno de los asuntos pendientes en materia de implementación del concepto de Smart City es la desigualdad digital. Ambas constituyen dos barreras interpuestas entre la ciudadanía y los servicios innovadores. En Salamanca, el sociólogo Stéfano De Marco de la Universidad de Salamanca investiga precisamente las diferencias entre brecha digital y desigualdad digital. En un artículo de la periodista María José Carmona, De Marco explica que la brecha digital marca la frontera entre quienes tienen acceso a Internet y los que no, mientras que la desigualdad digital se refiere, más bien, a su uso. Se trata de una investigación central para la Smart Cities que pretendan mejorar, de manera efectiva, la calidad de vida de la población. La desigualdad digital significa que un subconjunto de la población on-line puede quedar fuera de los beneficios de los nuevos servicios prestados a través de medios digitales, un asunto del cual los hacedores de políticas urbanas innovadoras han de ocuparse si de construir sociedades inclusivas se trata.

Nuria Marín, presidenta de la Red Española de Ciudades Inteligentes (RECI), afirmaba en una reciente entrevista que el compromiso de la universidad es esencial para el desarrollo de las Smart Cities en España, de manera que “exista una transferencia real de conocimiento desde el aula a las calles y plazas de nuestras ciudades”.

Los ecosistemas de innovación urbana en España necesitan esta transferencia de conocimiento para lidiar , por ejemplo, con los desafíos que traen consigo los modelos disruptivos de movilidad, el coche autónomo, los sistemas de geo-localización, la falta de vivienda asequible, la (falsa o real) economía colaborativa, el cambio climático y la transformación digital. Las ciudades más inteligentes serán aquellas que reconozcan el valor del conocimiento y la investigación universitarias para crear (y co-crear) servicios públicos innovadores, entendiendo las implicaciones digitales de los asuntos sociales y de las políticas urbanas, y redoblando el paso hacia la solución efectiva de los problemas que aquejan a nuestras ciudades.

Foto de Nicolás Beltrán López vía Unsplash

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Last modified: 14/02/2021
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