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Diseño urbano y datos: micro-flujos energéticos que hacen ciudad

El proceso continuo de transformación urbana, que ha incluido a lo largo de los años múltiples obras y derribos, ha podido hacerse gracias a los flujos de energía que confluye en la ciudad. Ahora bien, podemos guiar las decisiones urbanísticas por criterios «naturales» para hacerlas más eficientes. Para ello, es clave observar y detectar dónde hay flujos friccionando con el territorio con el suficiente potencial de crear vida a su alrededor. Este es el verdadero sustrato de un urbanismo orgánico.

Diseño urbano y datos

¿Pueden los datos que produce la ciudad ayudarnos en el diseño urbano? Creemos que sí, pero para demostrarlo, es mejor que vayamos poco a poco.

En el post anterior de la serie vimos cómo el urbanismo puede entenderse como el conjunto de procesos que aprovechan de la energía que llega a una ciudad para su conversión en estructura urbana. Así, la configuración del espacio construido corresponde a posibles estados en que la materia puede organizarse de una forma estable (al menos, durante un tiempo).

Identificar dónde esta reorganización de la materia puede realizarse con el mínimo coste, coincidiendo con una cierta «organicidad» (sic) en la formación de estructuras urbanas, es una estrategia que nos puede ayudar a diseñar espacios y servicios más estables y perdurables en el tiempo, así como más baratos y sencillos de mantener.

Estructuras estables e inestables

Retomemos el ejemplo de nuestra estación que presentamos en el post anterior. El gran edificio que hoy vemos con su intrincada red de servicios: suministros, comunicaciones, oficinas, almacenes,… no siempre fue así. La complejidad de los objetos y de los seres vivos, ya lo hemos dicho, va en aumento hasta llegar a cierto máximo en su plenitud. Luego decaen, abrupta o muy suavemente, y su complejidad va disminuyendo a medida que su entropía aumenta.

Centrémonos, por ahora, en la etapa de crecimiento. Quizá la compleja estación que conocemos fuera en sus inicios un simple apeadero en medio de un descampado. Hoy, más de un siglo después, tiene hasta un centro comercial en su interior.

Todo ese proceso continuo de transformación, que ha incluido a lo largo de los años múltiples obras y derribos, ha podido hacerse con la energía suministrada por los flujos que en ella confluían y chocaban. El dinero de los viajeros (o la influencia directa o indirecta de éstos) ha financiado buena parte de las obras, de las tiendas, y del sueldo y hasta de los ordenadores de las personas que nos venden el billete.

El hecho de que la estación perdure en el tiempo significa que se trata de una configuración estable de la materia que la compone. Y esa estabilidad le viene dada porque la configuración «estación» es una respuesta eficiente de la materia al contexto en el que el flujo energético (en este caso de capital y de personas) impacta en el terreno. Esto, nuevamente, no siempre es así. Hay veces que alguien decide organizar las partículas de materia en otra configuración alternativa, llamada «aeropuerto», en lugares donde nunca aterrizará un solo avión. Dicha configuración decaerá en polvo y alimento para las plantas mucho antes que las estaciones construidas en lugares donde tienen pleno sentido, es decir, donde de manera natural los flujos de pasajeros y el territorio se encuentran.

Diseño urbano, datos y micro-flujos

Podemos guiar nuestras decisiones urbanísticas por estos criterios «naturales». Podemos observar y detectar dónde hay flujos friccionando con el territorio con el suficiente potencial de crear vida a su alrededor. En los años 50 y 60 empezaron a despuntar urbanistas que se fijaban en estos flujos: Jan Gehl lo hacía equipado de una libreta de notas y Jane Jacobs a través de su aguda mirada. Fueron pioneros en un diseño urbano basado en datos, aunque vivieran en un mundo analógico.

Hoy, más de medio siglo después, podemos usar el análisis de la huella digital que los flujos dejan cuando sus partículas interaccionan: compras con tarjeta, mensajes de móvil, validaciones en las billeteras del bus, o clicks en las noticias de un periódico on-line.

Si queremos diseñar plazas y calles interesantes y con el roce suficiente para que la energía así disipada pueda reaprovecharse para crear vida, tenemos que tratar de entender los micro-flujos que  alimentan la formación natural de esas estructuras de materia llamadas «calle» y «plaza». Este estudio es similar a quien analiza cómo las plantas hacen la fotosíntesis y cómo metabolizan energía y materia para construir sus estructuras, y después trata de aplicar estos conocimientos para el progreso de la agricultura.

Es evidente que, de la misma forma que para ser buen agricultor no hace falta saber de reacciones químicas, el diseño urbano puede hacerse bien sin el estudio de flujos ni de procesos. Eso no quita para que investiguemos en qué medida esta aproximación, un tanto positivista en la medida que trata de aplicar el método científico, puede mejorar la disciplina.

Ahora bien, trabajar con los datos que nos interesan requiere de habilidades específicas, y debemos hacerlo bajo ciertas reglas. Dado que la ciudad es una red de redes (cada una con sus correspondientes enlaces, nodos y flujos) no vamos a poder conseguir nuestro objetivo sin tratar datos de diversas fuentes: compañías de suministro, operadores de comunicaciones, bancos, comercios, redes sociales, etc. En la legislación europea de datos, la figura que nos interesa para poder observar los diversos flujos es la de la compartición de datos (data sharing). Por su marcado carácter de red social, muchos de estos datos serán de carácter personal. No queda otra opción que estudiar su tratamiento de manera escrupulosamente respetuosa con la protección de la privacidad.

Nodos urbanos que aumentan en complejidad

Ya hemos visto que las cosas, los animales, las plantas, tienen un periodo en el que se ordenan mediante la absorción de energía y su conversión en estructuras de creciente complejidad. Durante ese periodo su entropía disminuye a costa de la disipación energética y del aumento de la entropía en el resto del universo. Siguiendo ese proceso estructurante, en algún momento alcanzan su cénit y dejan de crecer en lo que suele ser la antesala de su muerte y descomposición, que puede ser vista como descenso por la pendiente de la energía hasta llegar a un estado de máxima entropía.

Nos vamos a enfocar, como ya se ha anticipado, en ese tipo de objeto llamado nodo. Un nodo puede ser visto, desde el punto de vista de las redes, como el lugar donde los flujos dejan de viajar libremente por la red y sufren algún tipo de discontinuidad, ya sea porque se reordenan (como en una rotonda o en un router de internet), o porque se les impone algún tipo de restriccíón, como el agua de un río al topar con una presa o el flujo de migrantes cuando llega a una frontera dura. Desde el punto de vista termodinámico, un nodo puede verse como el lugar en el que el flujo energético deja de viajar libremente y se encuentra con la materia, como ocurre cuando la luz y el agua impactan con la tierra, o cuando un tren que transporta un flujo de pasajeros se detiene en una estación.

Precisando algo más, diremos que en nuestro estudio «energético» de los nodos a través de los datos, nos vamos a fijar especialmente en la energía que al urbanismo inyectan las personas, sean habitantes o gente de paso. Después de todo las ciudades son nuestro ecosistema de referencia y, por otra parte, la configuración de la materia «persona» representa a la vez un almacén y un suministro inagotable de energía. Somos las personas quienes pensamos, diseñamos, construimos y utilizamos la ciudad para nuestros intereses.

Diseño urbano físico y digital

Por acotar también los términos temporales de nuestro estudio de los nodos urbanos a través de los datos humanos, diremos que el periodo en que pondremos el foco es aquel en el que su estructura incrementa su complejidad, es decir, mientras el nodo se construye. Y un último matiz: no nos quedaremos en la estructura material, pues el urbanismo de nuestros días es también digital. Por tanto, una institución en que se ocupe del diseño urbano en nuestros días no sólo debe dominar la ciencia de datos, sino que debe incorporar la perspectiva digital de una manera integral. Ello quiere decir que, además de emplear las tecnologías digitales para hacer urbanismo, se debe ocupar de diseñar conjuntamente las capas física y digital de esa eficiente combinación de átomos y bits a la que llamamos ciudad.

Artículo publicado bajo licencia Creative Commons de cultura libre. Algunos derechos reservados.

Foto de mauro mora vía Unsplash

 

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Last modified: 09/04/2022
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