Escrito por 07:57 Blog, Maker/DIY

William Morris: DIY, arte y emprendimiento

William Morris precursor del movimiento DIY o «maker», fue un socialista, emprendedor y artesano inglés, cuyas ideas han dejado una profunda huella.

William Morris

William Morris fue uno de los precursores innegables del movimiento «maker» o DIY («Do It Yourself» – «Hazlo tú mismo»). Inglés, socialista, emprendedor, artista y artesano, Morris pertenecía a ese tipo de sabio renacentista que, como Leonardo, diseñaba tanto el mecanismo de un telar como componía glosas en lenguas escandinavas. Tres siglos después, sus escritos e ideas han dejado una profunda huella.

Al hilo de un reciente artículo aparecido en la prensa on-line titulado “De Silicon Valley a los falsos autónomos” en el que se afirma genéricamente que la “apuesta por los ‘emprendedores’ es un intento de maquillar la enorme desregulación y la precaria condición de los falsos autónomos”, nos ha parecido oportuno glosar la figura de William Morris, socialista inglés del Siglo XIX y precursor ideológico de la cultura “maker” o DIY, y tratar de aclarar este persistente malentendido entre izquierda y emprendimiento que tan negativamente influye a la hora de diseñar políticas urbanas eficaces para el cambio de modelo productivo.

Morris fue, además de político, emprendedor, poeta, arquitecto, impresor, y un largo etcétera de oficios que, con plena consciencia de su valor personal y de su función social, desempeñó a lo largo de su vida. Se convirtió en una especie de “nuevo Leonardo”, abanderando un renacimiento del hombre como sujeto a liberar del alienamiento a que el industrialismo del siglo XIX le sometía; liberación a acometer a través de su trabajo como artesano libre.

Morris & Co.

William Morris predicó con el ejemplo y fundó su propia empresa, primero con varios compañeros y luego por su cuenta. Morris & Co. fue un experimento exitoso que demostró que existían huecos financieramente viables para otros negocios al margen de la lógica de la producción y distribución de bienes de consumo en serie. El modelo de negocio de Morris & Co. basó su éxito en la distribución y contacto directos entre artesano y cliente (ciento cincuenta años antes de que Internet permitiera romper estas barreras de manera global) y en la fabricación de productos de alto nivel artístico (hoy le llamaríamos diseño) y a medida. Valiosas pistas sobre la economía competitiva que deberíamos defender: competitividad basada en el alto valor añadido, y no en la reducción de costes laborales ni en el escamoteamiento de impuestos.

En sus conferencias y escritos, William Morris hace del DIY piedra angular de toda una filosofía política que clama por la emancipación del hombre a través de un trabajo hecho con mimo y destreza, en el que cada uno pueda proyectar lo mejor de sí. Un aspecto que también entronca con el pensamiento de un sociólogo contemporáneo como Richard Sennett.

Morris reivindica el derecho a “disfrutar del trabajo” y a recuperar el espíritu renacentista con el hombre en el centro de la acción. En la emocionante parte final de una de sus conferencias en Oxford ante un nutrido grupo de estudiantes de buena posición social, en lugar de abogar por la lucha de clases, propone una acción conjunta, cooperativa y fraternal, en la que las clases más cultivadas y los obreros actúen juntos para quebrar el injusto industrialismo imperante. Propuestas inspiradoras y actuales que dan sentido a la creación de espacios donde se creen y cultiven empresas que unan a los licenciados de hoy en día con los estudiantes de ciclos profesionales, y que permitan que los colectivos ciudadanos se puedan implicar en los procesos de diseño de producto a través de dinámicas de innovación abierta.

El derecho a la belleza

Para finalizar, como explica el gran escritor francés Michel Houellebecq en una de sus últimas obras, El mapa y el territorioa propósito de William Morris, “todo hombre, a su escala, puede producir belleza – bien a través de la realización de un cuadro, de un vestido, de un mueble; y todo hombre igualmente debería tener derecho, en su vida cotidiana, a estar rodeado de objetos bellos”. El derecho a la belleza (y a la creatividad) que hoy se puede extender a nuevos objetos físicos o virtuales: líneas de código, diseños web, procesos de desarrollo, o urbanismo digital.

Hay parejas de sustancias que, en la naturaleza o en la política, nunca han mezclado del todo bien, como el agua y el aceite, o como la izquierda y el emprendimiento. En el primer caso hay razones químicas inmutables que explican el mutuo rechazo; en el segundo, en el dudoso caso de que alguna vez tales razones tuvieran un sustento sólido, tras los cambios que ha sufrido la economía y la sociedad recientemente han devenido en, lisa y llanamente, inexplicables.

La izquierda nunca debería renunciar a seguir ampliando derechos. Contentarse con esperar a que a la puerta de los trabajadores llame la próxima multinacional, aunque ahora no se llame ya General Motors o Ford, sino Amazon, además de falsear las esperanzas de toda una generación, constituye el abandono de su principal razón de ser, el haber sido capaz de entender el mundo, de explicarlo a aquellos que menos información tenían y de proponer cambiarlo mediante la acción cooperativa.

Artículo publicado bajo licencia Creative Commons de cultura libre del tipo CC BY-SA 4.0. Algunos derechos reservados.

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Etiquetas: , , , , , , , Last modified: 09/09/2020
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