El pasado 6 de diciembre fui invitado como keynote speaker del Festival IA Pau 2024 para hablar de la “IA y la ciudad”.
Lo primero que hay que decir es que, organizado de manera altruista por voluntarios de la asociación IA Pau, el festival sorprende por su dinamismo. En una ciudad que apenas llega a los 80.000 habitantes no es fácil interesar a más de 250 asistentes en sus distintas sesiones y ponencias y movilizar a más de 120 participantes en su hackathon paralelo. La hospitalidad y el entusiasmo que viví en esta bonita ciudad del vecino Bearn quedarán durante largo tiempo en el recuerdo.
¿Qué no es una ciudad?
En cuanto a mi charla, intenté ofrecer a un público un enfoque alternativo al habitual en este tipo de eventos tecnológicos. En primer lugar interesaba incitar a una primera reflexión sobre el urbanismo a los jóvenes ingenieros e ingenieras que poblaban el magnífico salón de actos del no menos magnífico Palace Beaumont.
Una ciudad, y en Urbequity lo hemos escrito muchas veces, no es ni puede ser entendida o manejada como una máquina, ni como una fábrica. Ni siquiera como un organismo. Y, sobre todo, la ciudad no puede ser enfocada como un problema. Las ciudades se comportan como ecosistemas. ¿Ecosistemas humanos? Puede. Pero solo si entendemos que los ecosistemas humanos son una subclase de los ecosistemas naturales.
Ecosistemas urbanos
Las ciudades tienen todas las características de los ecosistemas naturales: una estructura en semicelosía -el primero que lo señaló fue Alexander-, donde todo está relacionado con todo lo demás (aunque, siguiendo la Ley de Tobler, lo cercano esté más relacionado entre sí que lo lejano), complejidad, interdependencia, resiliencia, y, paradódijamente, también fragilidad.
Por eso hay que ser extraordinariamente cuidadosos en su diseño, humildes hasta el infinito. Ya conocemos el mito de Frankenstein. Se puede aspirar a comprender la vida, y con ese conocimiento se puede llegar a favorecerla. Pero diseñar la vida, o crearla, es harina de otro costal.
Debido a su naturaleza ecosistémica, el enfoque tecnocentrista o ingenieril en el urbanismo debe aplicarse con cautela. No cabe desplegar nuestro maletín con soluciones más o menos estándard, como a menudo ocurre en el fenómeno de las smart cities. Es más importante hacerse buenas preguntas que tirar del catálogo de buenas respuestas. Las diversas crisis -la última fue la del Covid-19-, han dado la razón al gran Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, nos cambiaron todas las preguntas”. Una app no solucionará los atascos, ni la soledad de nuestros mayores, ni la brecha energética, ni la desinformación o la crisis climática.
El derecho a la ciudad
Ese enfoque naturalista, o humanista, no nos debe situar en un rechazo a la tecnología. Al contrario, debemos favorecer un progreso tecnológico que ha sido sinónimo de progreso a secas. Sin él, la esperanza de vida media se seguiría situando en el umbral de los 30 años. Demasiadas cosas maravillosas me han pasado desde los 30 años como para despreciar el progreso tecnológico que lo ha hecho posible.
Deshechado ser un luddita, por tanto, es necesario dejar claro un marco general de aproximación a la tecnología urbana. En este sentido, reconozco que los situacionistas, que abrazaron un progreso tecnológico al servicio de la persona y sus necesidades, plantearon la cuestión tecnológica en sus justos términos. Porque demasiadas veces parece que somos nosotros los que estamos para alimentar al algoritmo (con datos, con correcciones, con feedback). Es necesario plantearse preguntas verdaderamente revolucionarias: cómo la IA nos liberará de trabajar, cómo la IA pagará los impuestos por nosotros, cómo nos dará más tiempo libre.
Hay otro problema con la IA -y de esto hablé en noviembre en Barcelona y en Dublín-, y es la debilidad del papel de las administraciones públicas, condenadas por ahora a ser meramente usuarias de una tecnología cuyo núcleo está en manos de unas pocas grandes corporaciones. Privatizar la aplicación de la IA en la ciudad -por ejemplo, que los precios del transporte o del alquiler estén manipulados por los algoritmos- nos llevará a perder el derecho a la ciudad.
Una aplicación práctica y responsable de la IA en la ciudad
En Pau tuve la oportunidad de presentar los diferentes enfoques en los que aplicamos la IA a la ciudad en los proyectos que desarrollamos en la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento.
Por un lado, proyectos como SENATOR, DISCO, y GreenTurn, que buscan diseñar la logística urbana del futuro: tecnología, datos y comportamiento. Por otro lado, un rico conjunto de proyectos como fAIrMedia, Machines4Good y EU DIGITAL DEAL, donde el arte, la investigación y la educación generan debates y fomentan la producción y el uso crítico de la IA.
Mi más sincero agradecimiento a Valérie DEMANGEL, Daniel Lamarque, Paul Gay, Thomas PERRON, al Consejo Departamental, la Ciudad y la aglomeración de Pau por su excelente acogida, y a compañeros en el escenario como Laura Tocmacov por sus inspiradoras ideas.
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Fotos cortesía de IA_Pau y de Will Truettner en Unsplash