Escrito por 08:33 Blog, Smart City

Alumbrado inteligente, sensible y con «sentido»

El punto de vista tecnológico no suele ser suficiente para abordar las problemáticas urbanas. Por una razón simple, y es que el sistema más importante de la ciudad es el sistema social, formado por individuos y grupos de una asombrosa variedad, con intereses, necesidades, problemas y gustos diferentes y, a menudo, sorprendentes.

Alumbrado inteligente

El diseño de sistemas de alumbrado inteligente pone de manifiesto que a la hora de desplegar nuevas soluciones tecnológicas en nuestras ciudades, hay que ser cuidadoso en no poner el «cerebro» (software) antes que la «sensibilidad» (los sensores) y, especialmente, que todo esto no fuera en contra del «sentido» (el factor humano y social).

Si las ciudades son organismos vivos, puede resultar esclarecedor acudir a la naturaleza para ver cómo los procesos evolutivos han dado lugar a diversas formas de inteligencia, y cómo dichas soluciones evolutivas pueden aplicarse a las ciudades. En la naturaleza la inteligencia adopta formas variadas, pero todas poseen una característica común: se basan en sensores que toman datos del entorno para después, de manera programada o razonada, tomar decisiones.

Smart Cities: sentido y sensibilidad

No alcanzamos a pensar en ningún ser vivo que haya desarrollado posibilidades de sobrevivir sin poder detectar las cambiantes condiciones del entorno primero. Es ilustrativo pensar que la evolución ha cancelado de raíz la posibilidad de que existan seres vivos solamente dotados de cerebro, mientras que lo contrario sí que resulta una forma de vida viable: seres dotados básicamente de sensores y de un sistema nervioso básico pueden resultar viables evolutivamente y, desde luego, luego tienen posibilidades de sobrevivir y de perdurar.

Por tanto, en esta etapa primitiva de las ciudades inteligentes, parece razonable concentrar esfuerzos en desarrollar la capa de la «sensibilidad». La capa de sensibilidad la componen una tupida red de sensores de toma de datos y, como ya explicábamos en un post anterior, redes de comunicaciones que, como el sistema nervioso de los organismos sencillos, transmiten esos datos para poder actuar en función de ellos. Sensores pertenecientes a las instituciones de la ciudad, o «sensores ciudadanos», puesto quees posible la utilización de los terminales de los ciudadanos como fuente de datos (pensemos en las posibilidades de los smartphones) si éstos así lo deciden.

En esta temprana etapa evolutiva, y puestos a priorizar, no es tan importante la implementación de complejos sistemas de toma de decisiones «inteligentes», como lo es la recogida de datos en formatos inteligibles y reutilizables por un creciente número de agentes (datos abiertos u opendata). Así pues, el «sentido» de la ciudad puede ser aportado de manera conjunta por los técnicos que la operan, por sus empresas y por sus ciudadanos, cada uno en su ámbito de uso (y creación) de aplicaciones muy específicas de toma de decisiones.

Los ingenieros tenemos una fe casi ciega en la tecnología, hasta tal punto que tenemos tendencia a pensar antes en la solución que en el problema. Hace un par de años di un taller de «Smart Cities sin tecnología» en San Sebastián. Diseñamos un sistema de atención temprana a personas de avanzada edad usando a los tenderos del barrio como «vigilantes», que ponían pegatinas rojas o verdes en el escaparate en función de que estas personas hubiesen o no pasado por la tienda en su rutina habitual, para proporcionar al asistente social del barrio, en su paseo diario, un «cuadro de mando» en tiempo real.

La semana pasada, en el curso de un taller en Budapest impartido por Per Boesgaard, del Ayuntamiento de Copenhague, discutimos de nuevo sobre las ventajas de un enfoque socio-tecnológico a la hora de abordar los proyectos de Smart Cities. Un ejemplo es el alumbrado, un servicio público en constante evolución tecnológica, y que, como cualquier servicio «smart», se compone de cuatro bloques principales: actuadores, sensores, red de comunicaciones, e inteligencia (software).

De los serenos al alumbrado inteligente

Lógicamente, los primeros actuadores de la «smart city» fueron humanos. En el caso del alumbrado, los serenos. Más tarde, llegaron los actuadores mecánicos, accionados de manera manual, como una llave de paso en una tubería, o un interruptor en una luminaria. Centrándonos en el alumbrado público: un siguiente paso en la evolución tecnológica consistiría en la automatización de los actuadores, por ejemplo, con un sistema de temporización que, a las 8 de la tarde, encienda el alumbrado de un determinado sector de la ciudad, y a las 8 de la mañana lo apague. Ocurre, sin embargo, que la duración del día y la noche varía a lo largo del año, por lo que una optimización del sistema consistiría en conectar el apagado y el encendido del alumbrado con un sistema sincronizado a con las variaciones diarias en el ocaso y el orto (amanecer), evolución tecnológica habitual en nuestras ciudades durante la pasada década. Esto ahorró una significativa cantidad de energía (y dinero), mejorando el servicio de iluminación.

Hasta aquí la «automatización». A partir de aquí, podemos pensar en la «sensibilidad» y en la «eficiencia»: con el sistema anterior, en días nublados, quizás no estén las calles al amanecer suficientemente iluminadas. Qué duda cabe que la instalación de sensores de intensidad lumínica puede ayudar a proporcionar una mejor iluminación, independientemente de la hora y de la meteorología. Y que la inversión en luminarias y reguladores de tecnología LED permite una mayor eficiencia energética y un mejor control de la intensidad de iluminación. Sensorización y tecnología LED conforman es el estado del arte tecnológico hoy en día en materia de alumbrado inteligente.

Mirando al futuro cercano, la instalación de sensores de presencia podría incluso permitir una iluminación “personalizada”, como en el caso del proyecto «Smart Kalea» de San Sebastián. Si toda esta información proveniente de los sensores se combinara con la sincronización en base al ocaso y al orto, y dicha combinación resultante sirviera como base para actuar sobre reguladores de intensidad lumínica, tendríamos un sistema de alumbrado público, no solo «inteligente», sino también «sensible», en la línea, por ejemplo, de las investigaciones llevadas a cabo en el «Senseable City Lab» del M.I.T.

Alumbrado de código abierto

Sin embargo, el punto de vista tecnológico no suele ser suficiente para abordar las problemáticas urbanas. Por una razón simple, y es que el sistema más importante de la ciudad es el sistema social, formado por individuos y grupos de una asombrosa variedad, con intereses, necesidades, problemas y gustos diferentes y, a menudo, sorprendentes. A la hora de planificar la iluminación de un espacio público – por ejemplo, un parque-  puede resultar inspirador contar con los grupos de interés: las familias quizás estén interesadas en una iluminación que proporcione seguridad para cruzar el parque, mientras que los adolescentes quizás prefieran una iluminación más discreta, especialmente en ciertas zonas, franjas horarias, o días de la semana. Los residentes, finalmente, pueden necesitar una iluminación suave en las horas de descanso nocturno pero sólo en aquellas luminarias cercanas a las viviendas. 

Es posible que, un proceso de mediación social con los mencionados grupos de interés, combinado con una cierta tecnología, diese como resultado un mayor nivel de satisfacción general con el alumbrado inteligente de nuestro parque que un sistema autónomo equipado con los últimos avances tecnológicos. Con la tecnología podemos aspirar a dotar a nuestros servicios públicos, como máximo, de «inteligencia» y «sensibilidad», mientras que, si introducimos algunos rasgos del «código abierto» (accesibilidad, inteligibilidad, capacidad de ser reconfigurados por la comunidad) y, gracias a la participación cívica, podemos dotarles también de «sentido».

«Sentido» y «sensibilidad», por tanto, requieren de la integración de ambas visiones: la tecnológica y la social o ciudadana. Por eso, los ayuntamientos están empezando a promover espacios y programas de co-creación, en los que los diferentes agentes urbanos trabajan en el diseño de ciudad colaborativo. Un camino, el de la co-creación de servicios públicos, que todavía está en sus inicios, pero que cuenta con una importante línea de financiación a nivel europeo. Estamos seguros, por tanto, que de aquí a poco tiempo, el «sentido» se habrá introducido en el diseño de nuestras «smart cities», y que ello contribuirá de forma decisiva a su desarrollo.

Artículo publicado bajo licencia Creative Commons de cultura libre. Algunos derechos reservados.

Foto de Thomas Dumortier vía Unsplash

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Last modified: 16/02/2021
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